viernes, 7 de agosto de 2015

Desde Brujas hasta Bruselas

Agosto, 2014.

La ciudad de las colorinas
Era momento de dejar Gante, la ciudad lluviosa que nos había recibido en Bélgica, estábamos a poco de salir a Bruselas. Decidimos tomar un tren rumbo al norte del país en la región del Flandes Occidental, era un trayecto breve de no más de una hora (aunque con un ticket astronómicamente caro). Brujas es nuestro destino, una ciudad que recibe su nombre lejos de nuestra idea de las "brujas", realmente su origen viene del noruego antiguo Bryggia que significa algo así como "puerto" o "embarcadero". Es simpático entender que en el flamenco la ciudad se escribe Brug, siendo Brugge el plural de la palabra "puente", así que el nombre de la ciudad algo tiene que ver con el agua y poco tiene que ver con las brujas. Como muchos años en Bélgica, el flamenco estuvo en un segundo plano, en relación al francés, para los galos la palabra Brugge sonaba más a Brujas y ese nombre prevaleció por mucho tiempo. Es extraña esa mezcla de Bélgica en sus idiomas, te mueves una media hora en tren y hablan un idioma totalmente diferente, o a veces los dos mezclados, como nos pasó en Bruselas. Sobre las brujas, claro, como el turismo debe vender, igual hay fotos y monumentos de brujas repartidos por la ciudad, por si junta y pega. De todas maneras, las niñas se sentirán felices al estar en su ciudad insigne y nosotros los hombres muy contentos al ver la gran cantidad de niñas colorinas que invaden la ciudad.

Monumento a los ciclistas
Bienvenidos a Brujas
Adentro de San Salvador
Desembarcamos en Brujas a eso del mediodía, al costado de la estación de trenes encontramos un puesto de arriendo de bicicletas. Nuevamente una ciudad llena de ciclovias, para todos los lados te podías mover en bicicleta, hasta había una especie de monumento al ciclista, parecía un lugar importante para quienes practican este deporte, porque al llegar habían muchas personas con uniformes de ciclista sacándose fotos en este lugar. Luego enfilamos al casco histórico, algo plagado de gente, con callejuelas pequeñas y muchas iglesias antiguas rodeadas de canales. Acá nos tuvimos que bajar de las bicicletas, porque todo el mundo andaba caminando y hasta tenias que respetar el orden de las calles, por ejemplo si la calle de autos era para una dirección, la bicicleta igual. Un policía nos llamó la atención porque íbamos en contra del transito, todo un ejemplo de cultura vial, bueno, uno como chileno no está acostumbrado a este orden vial en las bicicletas, acá abunda el ciclista y el conductor de lo que sea con poco orden, allá no, es simplemente un transporte más, se le trata como a uno más y debes cumplir todas las normas de la ley del transito.


Desde bicicletas, hasta carruajes

El paraíso.
Dejamos las bicicletas estacionadas varias veces, porque los locales de ventas eran muy heterogéneos, excepto con la venta de chocolates. Las chocolaterias estaban repartidas en todas partes y era abrumador verlas, aprovechamos de probar algunos chocolates y los tipos se manejan, acá es cuando te preguntas como logran hacer un chocolate tan rico con algo que supuestamente es algo originario de América, bueno, la gracia del artesano. Lo otro, que nunca dejaba de sorprender la venta de cervezas en mostradores que llegaban a marear, era como estar en el pasillo de los vinos en un supermercado de Chile, pero con cervezas.

Violeta cruza fronteras

La torre
Enfilamos a la joya de la ciudad, el Belfort o el campanario de Brujas, patrimonio de la humanidad. Una enorme construcción del siglo XIII que desempeñó un papel clave en el desarrollo de la ciudad, que funcionó como almacén, bodega, mercado de lana y un despacho administrativo de los magistrados de la ciudad. Pero su función más importante era dada por sus campanas, que durante siglos anunciaban los horarios de entrada y salida del trabajo, la apertura y cierre de puertas de la ciudad, la presencia de alguna amenaza y el anuncio del toque de queda. Impresionante la dimensión de la construcción con unos 80 metros de altura, que resalta en la plaza principal de la ciudad y que no permite que quepa en una fotografía con facilidad. Bélgica es un país con muchos campanarios y todos confluyen con la plaza de la ciudad, donde se hace desde varios siglos la vida mercantil, los locales, las ferias, la venta de flores, de productos y los edificios más importantes del lugar, como es tradición.


La plaza y el mercado
Al costado de este monumento, nos adentramos en otra pequeña joya, el ayuntamiento. Del 1300 también, dividida en dos grandes salas, una gótica y otra histórica. Un museo de acceso gratis que en su interior posee una cervecería que permite salir al balcón y tener visual privilegiada de la plaza de la ciudad y de la torre anteriormente mencionada. Se podía ver en la plaza un mercado, con muchas cosas a la venta, pero que lamentablemente al llegar nosotros, ya se estaban marchando. Tomamos nuestras bicicletas para volver a la estación de trenes, pues nos devolvíamos rumbo a Bruselas, previa escala en Gante, en donde nos preparamos algo de almorzar/cenar, tomamos nuestras maletas y nos despedimos del hostal que nos alojó.

Envidiable barra
La carta
La degustación
Vista de los balcones

Ciudad de canales
Otra ciudad a la cual le dicen "Venecia del Norte"
Arriba de otro tren, nos íbamos a Bruselas, rumbo a la zona neutral del país, donde todo es flamenco y francés, donde las calles mezclas ambos idiomas y donde te das cuenta que solamente avanzaste 50 kilómetros, pero te cambiaste totalmente de lugar, con otro idioma, impresionante la multiculturalidad de Bélgica. Llegamos al Hotel Windsor, que encontramos en una promoción por Booking, estaba muy bien ubicado, en pleno centro, a unos 20 a pie desde la Gare de Bruxelles Central, nuestra estación de entrada a la ciudad, y unos mismos 20 minutos de Gare de Bruxelles Midi, una estación más grande que la central. Ojo con este detalle, Bruselas tiene muchas estaciones de trenes y todas parecen grandes y todas parecen centrales, pero son diferentes y puedes confundirte. Volviendo al hotel, pésimo, muy malo, lo único que lo rescataba era su centralidad, pero nada más, hasta mis hostales de dudosa reputación eran más amigables, para comenzar, el cobro se había hecho anticipado y no presencial, como estaba estipulado en booking cuando hicimos la reserva, mobiliario viejo, una cama más dura que una piedra ovalada, en fin, por suerte era para una sola noche, daba pena, porque estaba bien ubicado, el lugar era bonito por fuera, pero necesitaba urgente una manito de arreglar. Así que desembarcamos lo esencial y salimos a disfrutar de la noche de Bruselas. Caminamos por inercia al centro histórico, donde iba caminando toda la gente porque claro, tuvimos la suerte de encontrarnos con un espectáculo de luces que daba al ayuntamiento, donde colores daban a las construcciones de la plaza central, unos departamentos de arquitectura gótica idealmente construidos y que se conservaban de maravilla.

Juego de luces en la plaza de ayuntamiento de Bruselas

Un "manjar"
Luego de esto, nos adentramos ya de noche a recorrer la ciudad, rumbo a una de las joyas de la cervecería a nivel mundial, el bar Delirium Tremens, el del elefante rosado. Un monumento a los fanáticos de la cerveza, donde su carta de cerca de 2.000 tipos de cerveza te deja abrumado sin saber por donde empezar a consumir. Realmente el local está en un callejón, era sábado de noche y estaba algo atestado de gente, no se si era el viaje largo o el animo, pero cada vez teníamos menos ganas de socializar con el mundo, así que recorrimos el bar, que lo componen 2 pisos más un subterráneo, una decoración que inunda todo el lugar y la carta que parece una guía de las paginas amarillas. Daba risa cuando pedías una cerveza, porque para entrar a buscarla, porque entraba en una especie de cuarto frío donde el hombre de la barra se perdía en la búsqueda de la que tu querías. Habían para todos los sabores, de frutas, de olores, amargas, dulces, muy amargas, trapenses, de abadías, pales, ambar, y un etcétera que podría terminar mañana, porque en Bruselas las grandes marcas cerveceras no entrar, acá manda la producción artesanal y a baja escala. 

Bar Delirium
Después del abrumador bar, salimos en rumbo de su filial más pequeña y para gente amargada como uno, el Delirium Café, que tiene mesitas para sentarse y es algo más relajado. Acá puedes ver el desafío de las 25 salidas de cervezas del draught, del barril. Yo llegué hasta la 4 y ya estaba hablando en cualquier idioma, era necesario volver al hotel, ya eran altas horas de la noche y al día siguiente teníamos que embarcarnos a Londres.

Desafío de las 25 cervezas en el Delirium Café (La foto de es wikipedia)

Se vende... algo.
El último día en Bruselas fue el del free tour, nuevamente con la gente de Sandeman, ya teníamos un diplomado con ellos de tantos free tours que habíamos tomado con ellos. Bruselas me sorprendió, la pusimos en el trazado porque nos quedaba a camino, pero tiene una linda historia. El campo de batalla de cuanta guerra existió en Europa fue Bélgica y dentro de tanta diferencia que tiene el país, lingüística, de costumbres, de culturas, se dieron cuenta que debían trabajar juntos, por esta razón desde acá salió la idea del Benelux, que luego dio paso al espacio de Schengen, la razón por la cual al cruzar de un país a otro en Europa, no tengas que enfrentarte a aduanas ni muestras de pasaportes gracias a este acuerdo de libre circulación que existe acá. Esta es una de las razones por la cual Bruselas es sede de la Unión Europea y se nos mostró de una manera bien simbólica, de que los pueblos por muy diferentes que sean, pueden trabajar unidos. El tour dado por Blat, un español de Barcelona que nos mostró la razón por la cual, después de siglos y siglos de guerra, ahora no pueden hacerlos, porque se hace imposible pensar de que vayas a "atacar" un país en donde tus hijos están estudiando, ya que allá se estila el que los jóvenes viajen y aprendan otras culturas, idiomas y formas de vida.



Sede del parlamento

Vista desde Mont des Arts

Me gustó Bruselas, más allá de la cerveza, es una ciudad que enseña muchas cosas sobre tolerancia y respeto, hay una arquitectura envidiable de origen gótico y neogótico, claro, viajando logré entender algo de arquitectura, Bruselas una ciudad ordenada, con mucho que entregar, en especial en sus comidas, con varios inventos que solo vez en esta ciudad, que a algunos les parecían extraños, pero para mi como chileno, para nada, como por ejemplo las almejas con papas fritas (Moules) y por sobre todo, los gofres, o como se conocen en todo el mundo, los wuafles, los cuales allá se los comen con cualquier cosa que se te ocurra (chocolate, azúcar, nutella, frutillas, todo mezclado, etc y etc).

Tin-Tin bajando del edificio
Ya momento de hacer el check out del lúgubre hotel, estábamos algo justos en tiempo, pero no apareció ningún taxi, así que una caminata rápida hasta llegar a la Midi de Bruselas, porque teníamos que tomar un tren a Londres, nuestro próximo destino en el Eurostar.

Bienvenidos a Bélgica, vuelta pronto

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