martes, 5 de septiembre de 2017

El Salar de Uyuni

Mayo del 2017

Poco antes de las 5 de la mañana nos despertaban los auxiliares del bus Panamericano, luego de un viaje nocturno estábamos llegando a una congelada ciudad de Uyuni. Al bajarnos y ajustar nuestras mochilas, el frío nos consumía hasta los huesos y los 5 grados bajo cero se hicieron notar, pues tuvimos que recurrir a cuanta manta y calcetines de lana existían. La helada mañana nos daba la bienvenida a la ciudad, al costado del desierto de sal más grande del mundo.

En la ruta de nuevo
Inicialmente esquivamos a los que ofrecían alojamiento, pero lo inhóspito del lugar y la hora de arribo, obligaron a devolvernos a buscar un dato. Nos percatamos que más que un alojamiento, se ofrecía un lugar donde desayunar y descansar las piernas, hasta que el Alba y los rayos del sol pondrían a andar la ciudad. Uyuni no es muy grande,es un municipio boliviano ubicado en el sector sur-poniente del país, en su zona andina más característica. Actualmente es la puerta de entrada de la reserva de sal más grande del mundo y el destino número uno del turismo boliviano.

Salvadoras polainas
Ya con las luces del día instaladas, procedimos a unirnos a la masa para buscar un operador turístico que nos ofreciera un paquete adecuado. Uyuni expele turismo y por ende, los vendedores de paquetes turísticos están en todas partes. Luego de un breve peregrinar, decantamos en Quechua Connection 4wd, cuya reseña hicimos acá. De todas maneras señalamos algunas cosas esenciales a la hora de elegir un operador. El Salar de Uyuni tiene más de 10.000 kilómetros cuadrados, el equivalente a la superficie de El Líbano o Jamaica, es un lugar, que si no fuera por los turistas que la visitan, estaría desolado o... desierto. La ciudad más cercana es Uyuni y existen algunos pueblos repartidos en las orillas del salar, pero ninguno adentro. Por lo tanto, es importante elegir un operador que nos inspire confianza, porque quedar en un jeep que presente un desperfecto mecánico adentro del salar, es fácil quedar incomunicados y eso podría tener bastantes consecuencias. Por otro lado, hablamos de un lugar que tiene una rica historia geográfica, por ende, existe mucha información de la cual se puede recoger y será importante considerar un grupo de operadores turísticos que sepan hablar bien de lo que existe en el Salar de Uyuni. La gente de Quechua Connection nos inspiró esto y luego de leer sus reseñas en paginas de tripadvisor, decidimos contratarlos. El coste del tour era de 1.500 bolivianos cada uno, que logramos bajarlos a 1.000 bolivianos. El tour estaba compuesto por 3 camionetas todo terreno, completamente equipadas, donde recorreríamos en 3 días  2 noches el Salar de Uyuni y el Parque Nacional Eduardo Abaroa. Existen opciones desde los 650 bolivianos, pero no nos inspiró confianza y finalmente elegimos el operador que ya mencionamos.

El recorrido comenzaba a las 10:30 de la mañana, así que tuvimos tiempo de dejar nuestra ropa lavando, pues volveríamos a la ciudad recién en 3 días. Nos pareció peculiar que nos recomendaran dos lavanderías, una que estaba dentro de una cárcel y otra que estaba al costado de la estación de Policía, en la avenida Ferroviaria. Elegimos la última porque el precio era calculado en el peso y no en la cantidad de prendas a lavar.

Nuestros vehículos
El recorrido comenzó con una introducción en el cementerio de trenes, ubicado al costado de la ciudad. Acá la gente del tour nos comentó sobre el principal ingreso, previo al turismo del siglo XXI. Porque antes Uyuni, era un pueblo dedicado a la minería, y el paso de los trenes cargados de minerales, que salían a Chile, fueron la dinámica desde fines del siglo XIX hasta hace un par de décadas. Trasladaban esencialmente plata desde las zonas de todo el departamento de Potosí. La historia minera en Bolivia es un capitulo aparte, y eso fue reafirmado en Colchani, nuestra siguiente parada. Hablar de Uyuni y del departamento de Potosí en su historia minera, tiene una pagina cubierta de sangre, quizás una historia parecida en Chile, sea en Lota. La historia de Bolivia y su minería es compleja, con una gran carga de vidas, en otrora país lleno de riquezas y ahora cubierto en el eterno subdesarrollo. Siempre se ha hablado de que Bolivia (y quizás Sudamérica), la gente lo representa con un mendigo sentado en un cerro de oro, aunque el eufemismo tratará siempre de corregir, cuando pueda, decirnos que estamos en vías de desarrollo. La carga energética de todos los que sufrieron en tiempos pasados, se puede respirar en estas zonas. La capital del departamento donde se encuentra Uyuni es la ciudad de Potosí, distante a 200 kilómetros y un sinnúmero de montañas, que en sus tiempos coloniales tuvo más habitantes que el Londres de la revolución industrial, y que emanaba tanto dinero, que se le decía a algo inalcanzable para el bolsillo, que eso costaba "un Potosí". Actualmente lo que sobrevive son las minas de sal y en Colchani nos internamos en una fabrica de sal, que básicamente se reduce a un pequeño recinto donde envasan el mineral, después de un breve proceso de empaque para finalmente venderlo a los turistas (y también exportarlo a Brasil), el precio de un paquete de 250 gramos de sal, un boliviano. Existe un lindo relato al respecto en un viaje a Potosi del libro Caminos Invisibles.

Las factorias de Sal

Cementerio de Trenes
Tenemos sal para el asado
Otra cosa a destacar del pueblo de Colchani, son las muchas tiendas de ropa andina y lanas de llamas o alpaca. Colchani es la puerta de entrada al salar y los gringos, también nosotros, encuentran una gran variedad de elementos para llevarse de recuerdo, lo reconozco, las telas eran llamativas y muy bonitas, por ende, no pudimos evitar comprar unos gorros de lana y unos guantes, que fueron recomendados por los guía turísticos. No debíamos olvidar que íbamos rumbo al desierto y se venían noches complicadas en materia de frío, los precios tampoco eran muy altos, los gorros de lana desde 15 bolivianos y los guantes por 20 de la misma moneda. En verdad debemos mencionar que los precios no se movían mucho entre una ciudad y otra, solamente en la isla del sol fueron más elevados, pero en el resto del país, había poca diferencia.


Habia que abrigarse para las noches heladas que se venían
Nuestra siguiente parada, la que da el nombre al capitulo, el Salar de Uyuni. Cuesta describir este universo de sal: un desierto blanco cuya silueta pálida se pierde en el horizonte. Tengo más que claro que existen innumerables relatos sobre el Salar de Uyuni esparcidos por internet, pero el lugar amerita sacarse las repetidas fotos, jugando con el horizonte y haciendo juegos de perspectivas. El Salar de Uyuni es uno de los lugares más lindos del mundo y no cuesta mucho darse cuenta de aquello. La gente de nuestro tour conocía muy bien el trayecto armado, nos hicieron andar en bicicletas o darnos una vuelta por el otrora hotel de sal, ahora convertido por razones ecológicas, en un museo.
El monolito al costado del hotel de sal

Los antiguos hoteles de sal 
El ahora museo de sal

El recorrido tuvo de todo, inicialmente pasamos por unos geyseres, luego un recorrido en bicicleta, una parada a almorzar en medio de la nada, con unas amables mesitas instaladas por nuestro tour, es que los muchachos se portaron de maravillas y nosotros, los únicos chilenos y también los únicos hispanoparlantes, eramos una especie de traductores de cosas anecdóticas que separan y por sobre todo, unen, chilenos con bolivianos. El tour era bien heterogéneo, pero nadie de Sudamérica, esto obligó a extremar nuestro inglés al máximo. El grupo al igual que nosotros, muy entusiasmado e impactados con la inmensidad del desierto.

El tour bicicletero

Obviamente, el grupo quería jugar
Un par de vueltas por las dos islas de tierra que conserva el desierto: la isla incahuasi y la isla pescado. Con enormes cactus con miles de años a cuestas, con algunos zorros dando vueltas y una flora inhóspita, que sobrevive a condiciones extremas que entrega el lugar. Retrato de muchas fotos para poder comtemplar un horizonte eterno.

DRI

Cactus centenarios de las islas 


Ya entrada la tarde nos tocaba dirigirnos a los refugios donde pasaríamos la primera noche, pero antes, el atardecer, el mejor espectáculo del lugar. Cuando baja el sol, las sombras son eternas, de kilómetros, donde puedes jugar con el reflejo del sol en el horizonte y el lugar se convierte en un digno representante de lo que sería otro mundo, quizás estábamos parados en Saturno, quizás en alguna luna perdida en la galaxia, pero estábamos en Uyuni, el la enormidad del desierto... te sentían tan pequeño, era sensacional.

En medio de la nada


Capitulo aparte, sesión de fotos.






Finalmente logramos pernoctar en un recinto privado del tour, unas amables habitaciones en una especie de hotel antiguo, con todas las comodidades, para ver el mar de estrellas, que ya se hacía presente. Había que descansar, al día siguiente nos esperaba un ajetreado día, subiríamos sobre los 4.500 metros, pero eso quedará para otro capitulo.

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Desde el Cuzco a Iguazú

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