viernes, 27 de octubre de 2017

1.000 kilómetros a Santa Fe

Mayo del 2017.

Son las 2 de la tarde y llevamos una hora haciendo dedo en la avenida Asunción, a la salida de Salta, en el norte de Argentina. Cotizamos algunos buses en la terminal, pero los precios seguían algo fuera de rango. Nos impactó como están los precios en Argentina, si por enero tuvimos que asistir a un matrimonio en Mendoza, y los precios fueron una buena muestra que se venían tiempos difíciles para el país trasandino. Ahora, desde que cruzamos por La Quiaca, el cambio nos indicaba que el asunto no había cambiado mucho durante estos meses y parece que estábamos peor. Entonces, considerando que estábamos "sobrados de tiempo", decidimos irnos a la ruta a probar suerte.

La ruta a recorrer

Bienvenido el verde a la ruta
Pasaba el rato y ya perdíamos la esperanza, los policía-gendarme nos sacaban fácil la ventaja, se ubicaban adelante o atrás de nosotros y los pocos vehículos que pararon, lo hicieron delante de ellos, no importaba si se ponían adelante o atrás de nuestro lugar de detención, los otros vehículos nos hacían la eterna seña de que "iban hasta cerca"... y les paraban a ellos. Pasó el rato, casi dos horas, hasta que un entusiasta profesor, se animó a sacarnos del cruce y dejarnos hasta la ruta 9, distante solo a unos 50 minutos. Recién habíamos llegado al cruce y en escasos minutos un camión se detuvo, para preguntarnos...¡¿Que queríamos?!. Esa es la clásica "maña", donde el camionero se detiene, reclama alguna cosa, nos asusta un poco y luego nos anima a subirnos. Le contamos nuestra idea mental de llegar a Iguazú, él nos dijo que podría dejarnos en el cruce con la ruta 16, que conecta la provincia de Salta con Corrientes, pero no nos dio muy buenas señales de este cruce. Marcelo, el camionero, es de Chacabuco, una ciudad a unas dos horas de Buenos Aires, nos contaba que venía del norte de Salta, con tomates, y que su objetivo era llegar a Rosario para luego irse a Buenos Aires, dejar una segunda carga y luego volver a su hogar, después de un par de semanas ausente. Los camioneros de frutas son peculiares, siempre van al límite de de los tiempos, porque si se pasan, la fruta caduca, por ende, si necesitas llegar rápido a un punto, un camión de tomates es la mejor alternativa. Nos propuso irnos con él hasta la Provincia de Santa Fe y buscar alguna manera de empalmar con algunas de las rutas nacionales que venían de Buenos Aires y que iban rumbo al Chaco. Esos caminos eran más transitados, podríamos incluso hasta encontrar un buen bus si deseábamos, pero tendríamos mejor suerte por ahí, que en vez de irnos por la ahora botada ruta 16, que según él, brillaba por lo inhóspito y lo poco transitado. Nos metió miedo con la ruta 16, nos habló de caníbales, que los indios nos iban a meter en una olla y iban a hacer un festín con nosotros. Decidimos hacerle caso, nos quedaban unas 12 horas de viaje, así que nos pusimos cómodos y rumbo en un Scania comenzaban 1.000 kilómetros de ruta, acompañados por un nutrido pendrive de música, que tenía un par de temas de Iron Maiden, pasando por Gilda, Sandro y cuanto grupo de cuarteto argentino podrías imaginar. La gran duda será que nos habló de los caníbales por verdadera recomendación, o para no viajar solo, está claro que la última, era la opción correcta. La ruta fue acompañada por las eternas conversaciones de la vida, la familia, sus accidentes de transito, el último el año pasado, de como Marcelo se había jubilado de bajar por la ruta de los caracoles. Claramente este hombre después de su último accidente, del que nos mostró fotos de un camión aplastado y que casi le cuesta la vida, había aprendido a querer cuidarse un poco más, tenía varios hijos y quería darles en vida un papá presente. Es que la ruta siempre cobra y no sólo con dinero.


Marcelo era el dueño de la ruta
Estábamos en la ruta de nuevo
Atrás quedó Tucumán y Santiago del Estero, estábamos cruzando la república hermana, los pastizales y las miles de vacas en el camino, eran la tónica. Los terrenos que la convierten en la región ganadera por excelencia, hacían presumir a Marcelo y fue motivo para detenernos a unos "panchitos" en algún pueblo perdido en la ruta, siempre él pagando, aunque le hayamos insistido varias veces que nosotros queriamos invitarlo. Después en una bencinera compramos unos cafes y ahí no pudo huir de nuestra invitación. Ya eran las 4 de la madrugada y estábamos cerca de Rosario, decidimos parar en Rafaela, para evitar la gran ciudad Santa Fe. Como era muy tarde y los alojamientos eran muy caros, paramos una carpa en una estación bencinera. Nos llamó la atención lo hospitalarios de la gente que trabajaba en el lugar, que nos surtió de unos cartones para evitar la humedad y nos ofrecieron el baño, me imagino la situación hospitalaria en Chile y me pongo a reír. Al día siguiente y luego del desayuno gentileza de la misma bomba de bencina, decidimos acercarnos a la ruta 11. Un vendedor de productos de pesca nos arrimó hasta Recreo, donde se nos acabó la suerte "dedística". Primero no nos alarmamos, eran las 3 de la tarde y queríamos irnos de noche, pero el tiempo pasaba y nadie nos llevaba, ya era bastante. Quedamos muy mal ubicados en un pueblo que no llevaba a ningún lado, cuya gente no nos quería llevar a ningún lado ni tampoco encontrábamos un bus, para irnos a algún lado, lejos de ahí, Recreo entró en nuestra lista negra. La noche empezó a caer, nos cambiamos varias veces de esquina, pero no tuvimos suerte, entonces por recomendación de un policía gendarme que volvía de su trabajo (y que nos dijo que Recreo era un pueblo muerto) decidimos tomar una micro hasta Santa Fe, distante a unos 30 minutos del lugar, para probar mejor suerte. Queríamos evitar la gran ciudad, pero tendríamos que recurrir a ella.

La zona era bien desolada y nadie pasaba
Nos dejaron en el terminal de buses y ahora los precios eran bastante más acertados que los encontrados en Salta. Estaba la opción de quedarnos una noche en la ciudad de Santa Fe, pero teníamos a disposición un bus que saldría en 30 minutos rumbo a Posadas, ya en la provincia de Misiones, en la frontera con Paraguay. Decidimos partir y enfrentarnos a nuevas 10 horas nocturnas de trayecto. Llevábamos un día viajando y íbamos a cerrar un nuevo día sin parar. Continuamos, pues nos interesaba llegar a Iguazú con más días. Un bus bien cómodo, que se sumergió en el túnel subfluvial, una verdadera maravilla de la ingeniería, para pasarse de Santa Fe a Paraná y luego irse a Posadas, ciudad costera del mismo Río Paraná, que separa la República Argentina del Paraguay, fue un tranquilo viaje nocturno.

Al día siguiente estábamos en Posadas, el aire era más húmedo y el acento empieza a dejar el voceo argentino para mezclarse con un particular ritmo más cercano a las zonas del chaco. Antes uno pensaba que todos los argentinos hablaban igual y luego de recorrer miles de kilómetros en la república hermana, empecé a distinguir diversos tonos que hacían sonar diferentes a los de Salta, con los de Rafaela y con los de Posadas.

Después de un nutrido desayuno en el terminal de buses de Posadas, fácilmente encontramos un nuevo bus, que separaban los 300 kilómetros que nos faltaban para llegar a la triple frontera., un Crucero del Norte que nos dejaba en uno de los puntos más lejanos de Argentina, eran las 2 de la tarde y por fin llegábamos a Puerto Iguazú, habían sido 48 horas de trayecto, pero una amable cabaña de Redeviac nos daba un arribo bastante más cariñoso y hospitalario, el destino era logrado, y la ruta valió completamente la pena, fueron 1.000 kilómetros a Santa Fe y 1.000 kilómetros más hasta Iguazú, todo en dos días. Nos quedaban algunos días más en la triple frontera, pero eso quedará para otro capítulo.

Este árbol nos acompañó varias horas esperando en Recreo
Estábamos en Iguazú!!

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Desde el Cuzco a Iguazú

El cruce a Salta <<< 1.000 kilómetros a Santa Fe >>> Puerto Iguazú

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